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El postestructuralismo, el modelo subyacente y el descentramiento del sujeto


Por Walter Barboza 
Claude Lévi-Strauss

Algunas de las limitaciones del estructuralismo, como se lo concebía a comienzos de siglo cuando fuera inaugurado como corriente de pensamiento por Saussure en el marco del método de análisis lingüístico y de su extensión a otros campos del saber, como por ejemplo el gestaltismo en psicología, el estructuralismo genético en psicología, la sociología de corte funcionalista y la antropología, están vinculadas con su posición anti-atomista y relacional, en cuanto a la interdependencia de los elementos que constituyen cualquier forma de conjunto: es decir la interdependencia entre el todo y sus partes.

Lévi-Strauss, en ese marco, hizo aportes novedosos y más refinados que significaron una instancia de problematización más profunda de los problemas abordados por las distintas disciplinas que desarrollaban sus investigaciones bajo las determinaciones del modelo estructural. Así, el Estructuralismo de Lévi Strauss, también conocido como postestructuralismo quizás por un uso que los académicos norteamericanos hicieron de él,  por el refinamiento de los aportes hechos a esta corriente y sus diferencias respecto de los modelos que lo antecedieron, se diferenciaba de aquellos modelos que limitaban su análisis a la observación de las regularidades de los hechos empíricos.

Así, Lévi-Strauss, utilizará la noción de “estructura” para referirse a los modelos construidos a partir de la realidad empírica y no a la realidad en sí misma. Esto es a aquello que subyace detrás de lo perceptible: para poner un ejemplo el modelo de constitución familiar como el “patriarcado”, tan cuestionados por estos días. La tarea de Lévi-Strauss sería la de indagar sobre el modelo que conforma este patriarcado y la relación entre estos elementos, buscando la trama de relaciones y asociaciones entre los elementos, es decir entre forma y contenido y su variaciones sistemáticas en las que el juego de las diferencias son parte de la pluralidad del sistema.

Lévi-Strauss, rompe de este modo con una tradición presente hasta el momento en las ciencias humanas en general: el “etnocentrismo”. Ese juego de diferencias, observable hacia adentro del propio modelo y entre modelos distintos, le permitirá establecer que en la humanidad en general se pone de manifiesto un juego de diferencias y de propiedades comunes en el marco de un objeto-sistema. Lo que implica una importante diferenciación con la tradición del estructuralismo, entendido como una definición que se limita al estudio de las partes y sus relaciones en el seno del conjunto. El postestructuralismo, entonces, planteará la idea de que acceder a la realidad no implica quedarse con lo visible, sino con aquello que permanece oculto.

Pero una de sus innovaciones fundamentales que marcó fuertemente a la corriente postestructuralista, y la que le valió una fuerte polémica con el programa filosófico de Sartre, fue su idea de las discontinuidades de la historia. Lévi-Strauss privilegia la sincronía a la diacronía y critica los fundamentos de la perspectiva teleológica, a la que entiende no como un desarrollo continuo sino como un proceso en el que se producen rupturas y discontinuidades. Para Strauss la historia no es más que un método de ordenamiento del pasado y sus estructuras, en la que no se puede buscar la inteligibilidad si no se invierten los términos y se parte de la historia para llegar a esa inteligibilidad. Si en la historia emergen esas discontinuidades, ya no se puede hablar de una historia capaz de describirnos el mundo desde una perspectiva totalizadora.  
     
En ese contexto, para Strauss la lingüística tiene un aspecto clave en la filosofía y en la ciencia social en su conjunto, el aspecto relacional en las totalidades, el carácter arbitrario del signo, la primacía del significante por sobre el significado, el descentramiento del sujeto, la noción de diferencia, una atención sobre la escritura y los materiales textuales, y la temporalidad como componente constitutivos de los objetos y sucesos. 

Derrida fija una posición más radical en su rechazo de la «metafísica de la presencia», derivando directamente de su tratamiento de la idea de diferencia como elemento constitutivo, no solo de los modos de significación, sino de la existencia en general. En ese sentido no tratará de buscar propiedades mentales universales, ni intentará construir una filosofía sistemática.

Jacques Derrida
El argumento de que los elementos constitutivos del lenguaje solo tienen identidad en el juego de las diferencias, y dentro del conjunto del sistema,  explica porque el postestructuralismo aparta al lenguaje de los nexos referenciales que pueda tener con el mundo objetivo. El lenguaje es un producto “anónimo” (subjetivo) por lo tanto carece de sujeto (aquí se plantea el problema de la metafísica de la presencia), un sistema de signos conformado por diferencias y con una vinculación arbitraria con los objetos. Es por ello que referirse a los objetos del mundo, es también referirse a las características del productor del lenguaje, el hablante competente. Y si ello funciona de esta manera, el significado de la palabra «casa» no es el objeto casa; tampoco los términos que se refieren a la subjetividad humana, fundamentalmente el «yo» del sujeto pensante, pueden ser estados de conciencia del mismo sujeto. Para Derrida en ese juego de las diferencias, en el seno de la estructura lingüística, el “yo” solo se constituye como ese signo en el marco de sus diferencias respecto a los pronombres «tú», «nosotros», «ellos», entre otros. Como el «yo» solo tiene sentido como parte de un elemento ubicado en una totalidad «anónima», no hay razón para dotarlo de algún privilegio filosófico que lo distinga de otra entidad. No hay un “yo pienso”, hay un inconsciente que funciona en la mente del hombre y que actúa en él. Así desaparece el sujeto de la historia, que tanto reivindicara el humanismo hasta el existencialismo de Sartre. Su descentramiento, a partir del postestructuralismo levistraussiano o bien antes en Nietzche, Freud o Heidegger, dará lugar a una profundización de las tendencias orientadas a cancelar las continuidades en la historia -para Foucault la ruptura será pasar de una episteme a otra, generando las condiciones de lo que es posible pensar en una época dada y anticipando la muerte del hombre-, marcar el fin del humanismo y poner fin a la presencia plena del hombre en el fundamento de las cosas.


Ahora bien, ¿en qué medida es posible plantear un argumento en defensa del estructuralismo, si el posestructuralismo supone acaso una instancia de superación de los primeros modelos de análisis estructural? Es posible en la medida en qué el gran aporte del estructuralismo al análisis de la realidad, es el reconocimiento de la realidad material como una serie de elementos interdependientes que forman parte de un conjunto, en el que el todo es relevante en la medida en que existen partes que suman a esa totalidad. Eso es lo que le permitió al propio estructuralismo, dar cuenta de un importante número de disciplinas en el campo de las ciencias humanas. Así el estructuralismo, dentro de las propias limitaciones que eran condicionadas por su imposibilidad teórica de observar en las profundidades de la realidad, para comprender el modelo que servía de base para el funcionamiento de cualquier aspecto de la realidad, hizo importantes contribuciones en los campos de la lingüística, en la psicología genética, en la sociología de corte funcionalista, en la Gestalt, en la antropología y en la propia filosofía posterior a las corrientes humanistas. En síntesis los primeros modelos e investigaciones estructuralistas, sirvieron de base fundante para el desarrollo de investigaciones ulteriores mucho más complejas y profundas, que hicieron nuevos aportes en aquellas disciplinas que fueron irradiadas por las primeras investigaciones de esta corriente.            

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