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El estigma Astiz


Alfredo Astiz, el “Angel Rubio”, imagen decadente del joven oficial de la marina que seducía jovencitas en la discoteca New York City en la década del ‘90, se posiciona desafiante frente a la justicia que lo investiga por los crímenes cometidos durante la última dictadura militar. Ahora su blanco es el juez Norberto Oyarbide, responsable del Tribunal Federal que lo sentó en el banquillo de los acusados en la denominada causa “ESMA III”, una extensión de la megacausa en la que los tribunales intentan develar las responsabilidades de los marinos en los denominados “vuelos de la muerte”.
“Levanten la mano aquellos que piensan que Oyarbide no es corrupto”, lanzó con ironía en el tribunal para luego girar la cabeza en la sala de audiencias en busca de respuestas: “Ah, entonces todos piensan como yo”, concluyó.
La arenga viene a cuento porque según el ex represor, destacado por torturar y vejar a mujeres indefensas en las salas de tortura de la ESMA, Oyarbide “benefició al matrimonio Kirchner” en las investigaciones por corrupción y se “apuró a procesar” a Mauricio Macri por ser un opositor al gobierno.
Sin dudas, el marino sigue leyendo al mundo en el mismo esquema que utilizara para comprender la complejidad del proceso político de los años ’60 y ’70. En principio porque desde su lectura del problema de la violencia política, continúa considerando que el enemigo carece de condición humana y como tal del derecho de gentes, del derecho de ley o de justicia. Pero ahora va un paso más allá de aquel contexto histórico en el que marginaba de todo derecho a sus víctimas, pues niega abiertamente la constitución de cualquier tribunal y se mofa de ellos.
En su libro “La sangre derramada”, un ensayo sobre la violencia política, el filósofo José Pablo Feinmann desarrolla muy claramente esta tesis a partir de los aportes realizados por Franz Fanon en su trabajo titulado “Los condenados de la tierra”.
Hay en Astiz una recurrencia histórica propia de su condición de clase, de su matriz cultural. Es imposible que Astiz, quien lleva en su frente la impronta de su ideología militar, deje de comprender el mundo en términos extremadamente antagónicos. Su palabra lo delata, lo desnuda en su forma más cruda, cuando expresa: “Ah, entonces todos piensan como yo”. O se piensa como él, o se está contra él. No hay otra posibilidad en este marino formado al calor de una visión dicotómica de la realidad: unitarios-federales, civilización-barbarie, peronismo-antiperonismo, democracia-dictadura. Ante ese panorama la resolución siempre es por medio de la violencia.
En la película-documental  “La niebla de guerra (The fog of Ward), dirigida por Errol Morris en el año 2003, Robert Mc Namara ex Secretario de Defensa de los Estados Unidos entre los años 1961-1968, narra con total soltura los cálculos sobre la relación costo-beneficio de las intervenciones militares en el mundo. Esa política le sirvió al país del norte para justificar el apoyo político, doctrinario y material a las dictaduras en América Latina, aunque los militares argentinos se vieron fuertemente influenciados por la doctrina francesa desarrollada en Argelia, a propósito del libro de Fanon y la película de Gillo Pontercorvo “La batalla de Argel”.
Sin embargo fueron doctrinas que no hicieron más que profundizar una experiencia, que las distintas facciones políticas desplegaron durante gran parte de la historia de la Argentina. El fusilamiento de Dorrego, el fusilamiento de Lavalle, el asesinato de Facundo Quiroga, el fusilamiento del Chacho Peñaloza, el crimen de Urquiza confirman esta especie: La abolición del otro al que se le niega esa condición humana, se lo deja al margen de la ley y se le quita, incluso, su carácter de militante político, para justificar el asesinato bajo la figura  del bandolerismo.
El esbirro de Astiz, es enjuiciado por el Tribunal Oral Federal 5 desde noviembre de 2012. Junto a él, son acusados otros 67 marinos, entre los que habría varios pilotos de los “vuelos de la muerte”. Bajo esta metodología, con sedantes de por medio, arrojaban a las víctimas vivas al mar. La justicia intenta determinar la responsabilidad de los acusados en 789 crímenes de lesa humanidad. La forma que eligieron los marinos para eliminar a sus oponentes políticos, ajustadas a los tiempos modernos, se asemeja a la crueldad con la que fueron asesinados los referentes citados con anterioridad. Astiz es el acontecimiento que permite interpretar, en la línea del tiempo, otros episodios de la historia nacional.

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