El dolor, y la indignación, no suelen ser buenos consejeros a la hora
de opinar. La premura alienta conspiraciones y allana el camino para la
búsqueda de responsables hacia arriba y hacia abajo. Ocurrió en apenas
tres días: la muerte de Ángeles Rawson, y el nuevo accidente en el
Ferrocarril Sarmiento, son la muestra acabada de que la temperatura
puede sesgar la búsqueda de responsables y culpables ante la muerte del
otro.
En el primero de los casos, los amigos y familiares de la pequeña
Ángeles acentuaron las responsabilidades en el gobierno nacional. La
construcción discursiva de un clima de inseguridad permanente, deja
lugar a cualquier tipo de sospecha o suspicacia. Fue tratado como un
nuevo caso de “inseguridad” por los medios de alcance nacional, los que
no hicieron ningún tipo de autocrítica cuando en el momento en el que
velaban a la joven, la investigación se orientaba hacia el núcleo
familiar. No es un caso cerrado, pero la celeridad de la fiscal que
interviene en la causa, Paula Asaro, expresa las dudas sobre el móvil
del crimen. Lo que pone en dudas la hipótesis de un nuevo caso de
inseguridad, altisonante, por estas horas, en redes y foros sociales.
La tragedia de la estación Once, ocurrida en febrero del año pasado,
deja su estigma sobre cualquier accidente ferroviario que ocurra en el
Ferrocarril Sarmiento. En el oeste, se sabe, desde Moreno a Once hay una
notable pérdida de la “condición humana”. Soliviantada por un estado
ausente durante más de treinta años en ese rubro, los pasajeros de la
formación más populosa de toda la red ferroviaria ingresan a las
formaciones a empellones, codazos y todo tipo de artimañas con tal de
llegar temprano al trabajo o a casa. Las pautas para sobrevivir en un
medio hostil, obliga a los viajantes a borrar la otredad de la
existencia humana. Razones justificadas ante un estado que privatizó el
servicio en los años ´90 en detrimento de la calidad del mismo. Ni el
“menemismo”, ni los concesionarios mejoraron nada. Por el contrario
fogonearon la hostilidad al considerar a los pasajeros ciudadanos de
segunda.
Y este nuevo accidente viene a confirmar que si fue un “accidente”, y
no un “sabotaje” como deslizan algunos funcionarios públicos, queda
mucho para hacer para recuperar el lugar que el ferrocarril oeste tuvo
como servicio público para las habitantes de esa zona.
Aquí la celeridad para opinar, y arrojar hipótesis sobre lo ocurrido,
va mucho más rápido que los peritajes oficiales y la investigación
judicial.
Sin dudas, si hay responsabilidades, deberán pagar los que tengan que
pagar. Pero tanto en el caso Rawson, como en el accidente del
Sarmiento, la condena antecede al fallo. Es necesario esperar. La
justicia llega.
0 Comentarios