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Althusser, Thompson, Anderson, el teoricismo y la empiria marxista

Por Walter Barboza 
Extinto filósofo Louis Althusser


El histórico y polémico debate entre Louis Althusser, Edward Thompson y Perry Anderson, es una discusión política y académica que se inscribe en la tradición marxista y en los distintos enfoques que esta perspectiva filosófica ha tenido en las discusiones en torno al conocimiento de la sociedad, el papel de la historia, el trabajo en sí de los historiadores, sus metodologías, instrumentos y su interpretación del marxismo como corriente de pensamiento.

Es, quizás la perspectiva filosófica de Althusser, la que motiva la reacción y crítica de Thompson, pues el primero intenta aceptar el legado hegeliano en la obra de Marx, por ejemplo con la presencia de los conceptos de esencia-apariencia y fenómeno y sustrato, para explicar la idea del fetichismo del mercado y la alienación de los trabajadores, argumentando que es el propio Marx el que habría llegado tarde a su propia obra. Es por ello que Althusser emprenderá la tarea de devolver al marxismo su condición teórica y científica negando la herencia hegeliana y reivindicando la construcción de la práctica teórica a partir de la propia teoría como su forma específica; tratando de avanzar a partir de las rupturas epistemológicas entre la práctica científica y la práctica teórica ideológica, a la que califica de pre-científica, y destacando el papel de la práctica teórica como capaz de fundar una teoría a partir del trabajo de separarla de su matriz ideológica. Es decir a partir de un proceso en el que transforma en teoría las prácticas empíricas de los hombres, es decir su actividad concreta en la sociedad: la dialéctica materialista. 

Althusser entiende que es necesario, citando a Marx, pasar de lo abstracto al pensamiento concreto y que ese mecanismo es el método científico correcto. Pero será criticado por Thompson quien lo calificará de “teoricista”, “objetivista” y de conceptualizar estructuralmente su programa filosófico, toda vez que deja de lado la “experiencia” y todo aquello que atenta contra la recuperación de las prácticas y acciones de los pueblos en el pasado. En la atención de la experiencia, como ámbito propicio para el desarrollo de su tarea como historiador, Thompson contempla los valores, sentimientos y pasiones que se ven implicadas en el marco de la lucha de clases,  reivindica un humanismo socialista y la solidaridad en el seno de la clase social como elemento que coadyuva en la toma conciencia de clase. De hecho, Thompson reivindica su empirismo como elemento dinamizador en el análisis histórico y critica a Althusser por su perspectiva academicista que niega la formación de conocimientos por afuera de ella: organizar la sociedad, la producción y las propias ciudades en las que habita el hombre. Es decir el mundo real y concreto. 

Thompson dirá que lo que Althusser pasa de largo, desde una perspectiva “cartesiana”, es “el diálogo entre el ser social y la conciencia social”, cerrando la puerta a la posibilidad de que en su esquema teórico ingrese cualquier atisbo de empirismo. Y es esa perspectiva la que utiliza para describir su procedimiento analítico: examina los términos de los enunciados, su consistencia lógica, hasta alcanzar un conocimiento verdadero sin que la experiencia se transforme en un insumo para su programa filosófico.     

Historiador Edward Thompson
Finalmente Thompson calificará a Althusser de idealista por el tipo de construcción teórica, ya que da por supuesta la existencia de la realidad material y de un mundo externo, sin dar prueba de ello y de avanzar en un procedimiento tautológico ya que se mueve al interior de un círculo en el que los conceptos circulan y ser reconocen y se interrogan unos con otros imponiendo un idealismo específico sobre la realidad material. Una tarea más parecida a los modelos de las ciencias matemáticas o la lógica, disociada de los datos de la experiencia. 

Subyace en estas dos tendencias teóricas, una controversia que expresa dos posiciones encontradas que forman parte de la historia de la filosofía: el racionalismo, de fuerte influencia en la historia de la filosofía francesa, y el empirismo, cuyas tradiciones se remontan a Hume y sus continuadores de origen inglés. Thompson, a pesar de su enfoque marxista, parece no escapar a esas tradiciones. Y en su debate con Althusser, pone de manifiesto esas diferencias. 

Perry Anderson vendría a terciar entre estas dos vertientes, tratando de buscar espacios de diálogos entre ambos enfoques. Acepta las críticas de Thompson a Althusser, por caer a partir de su programa filosófico en el idealismo, es decir en la tarea de aplicar su universo conceptual a la existencia social y material, lo que Althusser llama las “Generalidades I”. Allí Anderson aprovecha y,  también, critica a Thompson, pues considera que para este la “percepción empírica” estaría no siendo conocimiento y recupera la idea humeneana de que los “datos sensoriales” son una forma de conocimiento en sí mismo y que no es necesario, como cree Althusser que es necesario una transformación por parte de las “Generalidades II”.

En su argumento, y en torno al debate “teoría” y “empiria”, señala algunos déficits de la posición de Thompson respecto de qué cuestiones serían de interés histórico para los historiadores y que cuestiones no y qué conceptos son de interés para los historiadores de cuño marxista o no marxista. Thompson cuestiona la línea de análisis de Althusser, a la que caracteriza críticamente por la utilización de conceptos y categorías en forma “rígida” y “estática” y entiende que emplearlas de esa forma atenta contra la evolución histórica. En contraste Thompson considera que las categorías y conceptos deberían ser usados en forma flexible, móvil y elástica, ya que las categorías cambian del mismo modo que cambian los objetos de estudio. 

Es aquí donde Anderson fija límites a Thompson y señala lo que él considera que son equivocaciones, pues entiende que el hecho de que Thompson demande una utilización elástica y flexible de categorías y conceptos no justifica a la historia a no formular conceptos claros y exactos. En cambio le exige el compromiso de reconstruir la complejidad de las sobredeterminaciones, mayor rigurosidad conceptual, una definición exacta e inequívoca para establecer estructuras de invariabilidad al interior de las estructuras polimorfas. 

Anderson arguye que el marxismo como teoría apela a categorías rígidas como las de “contradicción”,  que son útiles  los fines de comprender los cambios históricos y que esta categoría, por ejemplo, no necesariamente es flexible en su implementación. Se trata de un repertorio parcial, e insuficiente, que reconocen tanto Althusser como Thompson, que reivindica Anderson por el esfuerzo teórico que ambos imponen.

Anderson destaca la posición de Thompson en defender el papel de la experiencia en la tarea
Historiador Perry Anderson
historiográfica, a la que inscribe en modelos de análisis y problemas de estudios más amplios de del marxismo en occidente, pero es Althusser quien da una respuesta más satisfactoria al problema de qué hechos o procesos de la historia merecen ser narrados. Anderson reivindica la definición de Althusser, al decir que el objeto de la historia son los cambios estructurales existentes, mientras que Thompson define a esos cambios como la articulación estructural de formaciones sociales y económicas. Lo que no advierte, según Anderson, es que Althusser se refiere a los cambios y no a la estabilidad y que si bien la controversia no queda resuelta, la posición de Althusser es menos falseable, ya que no todos los hechos de la historia merecen ser contados o narrados, como por ejemplo el hecho de que este alumno estudiante de la carrera de Filosofía de la UNTREF, se encuentre escribiendo un parcial en una mañana de domingo otoñal del año 2017, siendo que allí afuera están ocurriendo hechos que sí están generando cambios estructurales en las condiciones de vida de la población y que merecen ser contados por su dimensión histórica.       
   
Aquí, modestamente, coincido en la tercera posición que mantiene Anderson respecto de Althusser y Thompson, puesto que la rigidez de las formulaciones conceptuales, en ocasiones, nos pueden guiar hacia equivocaciones en la interpretación de los hechos. En el caso de Althusser corremos el riesgo de aplicar mecánicamente el aparato conceptual a una realidad que se nos presenta dinámica y compleja: en el ánimo de comprender los procesos de cambio estructural, podemos correr el riesgo de dejar elementos de las particularidades de un estado de lado, como por ejemplo el problema de los regionalismos que en el caso argentino contribuyeron al proceso de formación del estado nacional. No es lo mismo el noroeste, que contiene una dimensión relacionada con el problema de los pueblos originarios, que la provincia de Buenos Aires que fue conformada por migraciones básicamente europeas, que el sur, cuyo o el noreste. Comunidades de pueblos originarios, migraciones internas, inmigrantes de origen europeo o del Asia menor, geografías y economías que generan otras condiciones de vida e inserción de la población, más prácticas políticas heredadas del siglo XIX, son elementos a tener en cuenta en el análisis marxista de la lucha política. Pero atender las dimensiones a las cuales se refiere Thompson, en su concepción elástica sobre el uso de las categorías y conceptos, nos puede llevar a correr el riesgo de no poder delimitar desde qué lugar y con qué categorías podemos analizar los hechos históricos. Por ejemplo, podemos citar la concepción ingenua en la enseñanza de la historia argentina, la que en el proceso de formación primaria es vista como un acontecimiento en el que la unidad de un pueblo independentista lucha por su emancipación, siendo que se trata de un proceso en el que se conjugan una serie de elementos que dan cuenta de las contradicciones internas en la propia lucha anticolonial; si no fijamos una zona para poder empezar a recortar y delimitar el proceso o bien caemos en la interpretación ingenua o bien el análisis se extiende ad infinitum. Y si bien no podemos estar seguros de obtener certezas sobre la complejidad que demanda la revisión del pasado, al menos podemos intentar acercarnos, con la honestidad intelectual y el compromiso ético que las disciplinas científicas requieren,  a una interpretación lo más aproximada posible a la dinámica de los acontecimientos históricos.     

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