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Antropoceno, "No miren arriba" y la modernidad

  

                                                                     



 Por Walter Barboza

«Antropoceno» no es más ni menos que el momento en que el hombre deja de ser un agente biológico, una forma de vida más entre las especies, para convertirse en una fuerza geológica capaz de alterar el paisaje del planeta y comprometer su propia supervivencia como especie y la del resto de los seres vivos (Castro & Danowski, 2014).

Palabras más, palabras menos, es el punto de inflexión en el que los humanos pasan de temer una catástrofe a convertirse en una catástrofe en si misma. Es el tiempo en el que la intervención del hombre en el planeta, acelera los ciclos naturales de la vida geológica para conducirlo hacia un destino fatal.

Estamos en ese tiempo, un tiempo en el que no advertimos la gravedad del asunto, mientras el capitalismo hace de sí una “religión cultual” en la vida diaria (Bauman, 2003) sostenida a través del consumo extremo y de la economía del despilfarro.

“Antropoceno” nos plantea la necesidad de construir nuevas definiciones que nos permitan repensar la cuestión de la especia humana, el viviente que habla, en el marco del respeto de aquellas otras especies que pueblan el mundo pero que son incapaces de poder modificar el cuadro de situación.

La paradoja del desarrollo capitalista, desplegado a lo largo de su historia por una modernidad tan vanidosa como necia, es que ha conducido al sistema mundo por un camino sin encrucijadas. El ciclo se cierra toda vez que el hombre moderno, incluso las alternativas políticas opuestas, nacidas también al calor de la modernidad, intenta detener la marcha de una dirección que parece no tener retorno. Porque ¿Cómo pensar en un mundo más justo y solidario, si ello implica una distribución más equitativa de la riqueza? ¿Cómo pensar en distribuir la riqueza si la misma es generada a través de un sistema que depreda la vida? ¿Cómo resolver los grandes problemas que acucian a la humanidad, con el propio dispositivo generador del problema? ¿Cómo podemos anunciar la buena nueva de que el mundo del consumo, al cual parecen arribar tardíamente millones de habitantes del mundo, no es posible porque las clases dominantes han agotado el planeta en los últimos cien años?

“Don`t look up”

En ese marco, la película “Don`t look up” (No miren arriba), dirigida por Adam McKay, nos plantea un mundo en el que la instancia final de su existencia niega lo autoevidente y las advertencias de una ciencia a la cual ya nadie parece prestar demasiada atención. En el largometraje los intereses de un capitalismo voraz obturan la posibilidad de cualquier reflexión crítica, además de plantear la posibilidad de hacer cuantiosos negocios con los minerales que un asteroide, que se dirige a colisionar con el planeta tierra, podría generar para el futuro desarrollo de las nuevas tecnologías.


Los científicos que descubren el recorrido del asteroide, semejante al que se estrelló contra la tierra en lo que hoy es el golfo de México, podría devastar al planeta y terminar con el conjunto de las especies de la tierra. Pero todos parecen hacer caso omiso a las advertencias de los investigadores. Medios de información, redes sociales, agitación callejera, debates públicos, actos políticos de posiciones encontradas, son parte de las acciones que se ponen en juego a favor y en contra.

El film nos da un buen ejemplo del momento en que se encuentra la sociedad, al tiempo que construye una metáfora clara de las implicancias que ha tenido en los años 2020 y 2021 la pandemia de Covid-19

Modernidad y fin de la especie

¿Es que la modernidad, en su tránsito hacia una nueva forma, ha llegado a un punto final en el que la vida misma como especie se encuentra dramáticamente en peligro? ¿Y si es así cuáles son las categorías y nociones que deberíamos construir para operar sobre esa realidad que se nos vuelve amenazante? El «antropoceno» y «Gaia» aparecen a la luz como una propuesta superadora de las visiones ecologistas que denunciaban la necesidad de resolver la contradicción fundamental en el seno del capitalismo extractivista (Danowski, D. y Castro, E. 2019). En principio porque permite comprender claramente el proceso de aceleración de los tiempos de la vida social, respecto de los cambios ambientales (geológicos o de la biodiversidad) y luego porque la naturaleza parece haberse rebelado ante tanto ataque artero de manera tal que ahora parece iniciar un ciclo en el que da respuestas que amenazan la vida misma del conjunto de las especies.

El hombre, que no se reconoce como una forma de vida más entre las especies que pueblan el mundo, ha infringido al planeta un daño atroz de tal magnitud que incluso ha acelerado notablemente los tiempos de la historia geológica de la tierra. Se trata de un daño mayor, provocado en un tiempo menor a los cambios que la propia naturaleza ha experimentado en estos últimos 15 mil años.


El viviente que habla, desde que comenzó a violentar la naturaleza a través del signo lingüístico, hace unos 40 mil años, ha hecho de sí la figura central en la historia de la especie convirtiendo a la naturaleza en el objeto a dominar, controlar, medir y calcular. Ha construido dispositivos y artefactos lingüísticos lo suficientemente sofisticados para dar cuenta de los procesos de vida y muerte (Agamben 2005); instrumentos jurídicos, políticos y sociales que confirmar su voluntad de poder para organizar racionalmente el mundo que habita. Y quizás la idea más acabada de ese largo proceso que lo sitúa, como en «La Guerra del fuego» (Annaud 2018), en el preciso momento en el que el hombre intenta articular las primeras expresiones de un lenguaje, sea la noción de modernidad; tal vez su creación más apreciada por el impacto, la perduración y la imposibilidad de su desuso frente a la sensación de vacío e inestabilidad que provoca el solo pensar en su ausencia.

Y sin embargo esa idea no resiste ante la evidencia empírica de que la modernidad ha fracasado en su meta del progreso indefinido y la construcción de sociedades más equitativas. Por el contrario, en términos de la experiencia frente a la idea de historia y de temporalidad, ha logrado construir una sensación de vacío y de un sin sentido que ha colocado a buena parte de la sociedad frente a la idea rutinaria de que todos los días son iguales y de que nada diferente va a ocurrir.

Como en «El día de la marmota» (Ramis 1993), quizás los Silenos que se hayan tirados allí en el suelo de cualquier rincón del planeta, solo descansan a la espera de despertarse para comprobar que los días van a repetirse uno tras otros sin que nada novedoso ocurra. Días sin rupturas y discontinuidades; días en los que todo se vuelve previsible y repetitivo.   

El tiempo que resta

Pablo de Tarso, o el Apóstol San Pablo, había comprendido mucho antes del imperio de la modernidad, que había que provocar esa ruptura que tanto anhelamos para confirmar que los días no son iguales y que algo de esa rutina agobiante puede cambiar -incluso en la tarea docente que llevamos a cabo todos los días-. La llamó el «tiempo ahora» (Dussel 2012), es idea de que algo irrumpe en la escena para poner fin a un período signado por una temporalidad que se considera inmodificable y en el que es necesario pensar una nueva ley que esté por arriba de las leyes vigentes para subsumirlas en todas sus dimensiones. Una temporalidad que Pablo cree que se modifica a partir de la recuperación del pasado y cuya función esencial es la de reparar el presente y redimir a los desamparados.

Algo de esa preocupación persiste en el pensamiento de Hobsbawm (1998), cuando señala que uno de los rasgos característicos del fin del siglo XX es que las generaciones contemporáneas no consideran una relación orgánica entre pasado y presente. Lo riesgoso de una matriz cultural de este tipo es que abre la posibilidad de que las experiencias más atroces sean aceptadas como siendo naturalizadas y que se repitan sin que nadie siquiera se inmute. Transformar ese tipo de experiencia culturar es nuestra tarea docente. El tiempo es ahora, quizás mañana sea demasiado tarde. 


Citas

·         Bauman Zygmunt (2003). Modernidad Líquida. México D.F.. México. Fondo de Cultura Económica.

·         Castro, V. & Danowski, D. (2014). Diálogos del fin del mundo. Diario El País. Recuperado de: < https://elpais.com/internacional/2014/10/01/actualidad/1412193739_781432.html>

·         Danowski Deborah y Castro Viveiros Eduardo ( 2019), ¿Hay un mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, Buenos Aires, Argentina: Caja Negra Editora.

·         Agamben Giorgio (2006), Profanaciones, Buenos Aires, Argentina: Editorial Anagrama.

·         Hobsbawm Erick (1998), Historia del siglo XX, Buenos Aires, Argentina: Crítica Grijalbo Mondadori Buenos Aires.

·         Dussel Enrique (2012), Pablo de Tarso en la filosofía política actual, México: Ediciones San pablo.

·         Annaud Jean Jacques (1981), La guerra del fuego, Canada-Francia.

·         Ramis Harold (1993), El día de la marmota, Estados Unidos.







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