Facebook

header ads

"En Marcha": luz y fuerza y el mundo contemporáneo entre lo sólido y lo líquido

 

Por Walter Barboza

“La organización vence al tiempo”, decía el General Perón, sin pensar en aquel momento en el que su pensamiento se expresaba bajo la forma de un enunciado, que el mismo encerraba la idea atroz de que vencer al tiempo podía significar abolirlo como una parte de la experiencia humana, que suprimirlo representaba la posibilidad de perder esa extraña forma de organizar racionalmente el mundo que había hallado la modernidad, porque a decir verdad, y por la experiencia política y sindical que llevaron adelante los trabajadores a los largo del siglo XX, vencer al tiempo no era más que ganar esa carrera en que lo eternamente presente cobra la forma de lo fragmentario, de los atomizado, de lo molecular.

La compartimentación, como medio de capturar lo eterno bajo la forma de lo segmentado, terminó por desarticular aquello que como categoría no existía en gran parte del mundo antiguo. El deseo de ordenar el mundo, de poseerlo, no hizo más que construir una suerte de experiencia en la que, como decía Rodolfo Walsh- nuestras clases dominantes -el capitalismo tardío en términos de Richard Sennett- ha logrado con éxito lo que procuraban con énfasis: que no tengamos memoria, no tengamos héroes y mártires y que cada hecho del presente quede desarticulado respecto a los hechos del pasado.


Es decir que la necesidad y el deseo de avanzar en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, implicó el paso de un mundo en el que el tiempo como tal no tenía valor más que para el patrón que exigía de sus empleados la mayor cantidad de horas de trabajo posible, a cambio de un salario paupérrimo, a un tipo de organización racional del empleo en el que el tiempo cobraba valor para amabas partes.

Hugo del Carril, con su documental "En Marcha", en cierto modo da cuenta de la estabilidad y la solidez que la sociedad y el mundo del trabajo comienzan a moldear a partir de las distintas formas de organizar sindicalmente a la comunidad. Racionalidad mediante, su película expresa de qué modo los trabajadores empiezan a trabajar menos por una retribución más justa; comienzan a articular de una forma más estrecha la solidez del mundo del trabajo con la vida familiar: trabajo, pan, vivienda, educación, salud, justicia, son las nociones implícitas que más fuertemente se retratan en el docu-ficción, rodado en la pre-historia del género documental argentino, y que explican la seguridad de la vida de los hombres sencillos en su sentido más amplio.

La paradoja de la racionalidad del tiempo moderno es que ese orden y esa forma de organización, posibles a partir de la captura de lo eterno en los compartimentado, dará paso a una forma de hiper-racionalidad cuya forma más sutil es la trampa de la continuidad sin rupturas. Acaso porque lo eterno nunca ha dejado de ser, sino que ha vuelto a su lugar de origen, a su posición inicial y que es lo eterno, en realidad, lo que ha capturado lo compartimentado, construyendo la experiencia de una continuidad sin rupturas.

No hay rupturas entre el espacio de trabajo y el espacio familiar. La conectividad obtura la regulación del tiempo de óseo y el tiempo de actividad. El capitalismo, sistema “cultual” por excelencia a decir de Bauman y única religión vigente, según lo entendía Benjamin, no se separa ni un solo momento de nuestras vidas. El consumo, el eje rector de la práctica religiosa del capitalismo, convierte en fetiche las distintas formas de vida.

Quizás Hugo del Carril, y los hombres y mujeres de su tiempo no tuvieron las condiciones de posibilidad de dimensionarlo. Era lógico, para la organización científica del trabajo la racionalidad técnica del mundo que les tocó transitar fue construida a partir de una solidez que no imaginaban que concluiría en la deriva del espíritu humano. 

Parafraseando en cierto modo a Zygmund Bauman y Richard Sennett, cuyos dos trabajos describen casi a la perfección esa extraña sensación que vivimos a diario como sociedad, sólo aquellos que lograron construir un “habitus” en relación al tiempo presente sobreviven de un modo más o menos ajustado. Quienes nacieron, crecieron y se formaron al calor del estado de bienestar, con todo lo que ello implica,  apenas pueden soportar la angustia intolerable de la liquidez con la que se experimenta la vinculación con el empleo, la familia, las relaciones de amistad, el anclaje social en el marco de una comunidad, la fijación de un lugar de residencia, los valores de la solidaridad, la equidad, la fraternidad y el compañerismo; estas nociones son apenas los destellos de un tiempo que se ha ido. Fueron, sin dudas, fundamentales para construir la sociedad de la posguerra, ello queda bien retratado en el documental del Sindicato de Luz y Fuerza, aunque hoy son apenas vocablos que casi no existen en el vocabulario general y que han sido desplazados lentamente por un ideario que considera al “individuo” en su máxima expresión: el homo Laborans, como se lo conoce comúnmente en el mundo del trabajo. Ese sujeto capaz de adaptarse rápidamente a las condiciones de vida que la dinámica del mundo contemporáneo impone.

Publicar un comentario

0 Comentarios