Destacadas

6/recent/ticker-posts

Comunicación política, comunicación digital y comunicación dialógica en tiempos de "libertad"

 

Walter Barboza

Universidad Nacional de La Plata, Argentina            

wbarboza@perio.unlp.edu.ar  https://orcid.org/0000-0002-6126-7695

Resumen 

Este trabajo reflexiona sobre la relación entre comunicación política, digital y dialógica, todas atravesadas por la noción de comunidad propuesta por Espósito (2003). La comunidad no debe ser vista como un espacio de propiedad común, sino como un lugar de sacrificio y renuncia, donde se cede algo para ser parte de ella. Este enfoque cuestiona la concepción tradicional de lo común y lo propio, destacando la importancia de la comunicación política y dialógica en el fortalecimiento democrático. Además, propone repensar la noción de libertad en un contexto histórico donde se debaten cuestiones fundamentales como la política pública y la distribución del poder.



Introducción

La comunidad, como noción, en su esencia plantea el problema de lo propio y lo impropio, es decir aquello sobre lo cual la sociedad tiene posesión de manera colectiva, espacios públicos y bienes tangibles, y aquello sobre lo cual cada miembro es titular indiscutido de manera individual: una vivienda, un automóvil, una herencia material. Es una noción, en cierto modo, reguladora de la vida en el mundo contemporáneo y se funda a partir de la idea de la preexistencia de una ley que fija los límites de lo que el poder soberano puede realizar sobre la sociedad en su conjunto. Es el reforzamiento de la idea de un nosotros, que se contrapone fuertemente al pronombre personal Yo, que aparece con fuerza en el pensamiento de Descartes durante el desarrollo del siglo XVII, y que se impone como criterio fundante de un sujeto autónomo y con capacidad de pensar relativamente de una manera separada de Dios (Bassols: 2001). Entre ambas ideas la tensión existente, desde la perspectiva política, refiere a las condiciones de posibilidad que cada una ofrece a la hora de pensar el tipo de sociedad que un pueblo quiere construir: una sociedad más justa y equitativa, o bien una sociedad donde el interés egoísta sea el rasgo constitutivo de la misma.

En realidad, en sus orígenes la idea de comunidad está asociada a una definición mucho más radical que el simple argumento que sostiene que la comunidad se conforma a partir de que cada bien público pertenece a todos. Y aquí es donde se plantea el problema de lo propio y lo impropio, ya que comunidad (communitas) no sería ese ámbito en el que podemos reclamar la   titularidad o posesión de un bien, como por ejemplo una calle, una ruta, un hospital, sino que sería esa región de la vida en la que las personas donan, ceden, sacrifican un algo sin recibir nada a cambio (Espósito: 2003). Se “da”, porque se está obligado a dar sin esperar ninguna retribución por esa donación. Munus o munitas, son las palabras claves de un intríngulis que parece haber desplazado el sentido originario de un verbo que se imponía en la antigua comunidad con la fuerza de una ley: para vivir en comunidad era necesario estar dispuesto a sacrificar algo. Claro que este sentido originario se refería a objetos tangibles, pero, ¿Qué hay de la subjetividad en el mundo contemporáneo y su relación histórica a partir del surgimiento de la ley? Si la idea de munus implica la donación y sacrificio, el dar sin que se esté obligado a recibir una compensación a cambio, entonces el sujeto ya no sería el resultado de un proceso de subjetivación relacionado con una personalidad identitaria que se construye colectivamente o por la acción de las distintas instituciones políticas y jurídicas, sino que sería el resultado de lo que cada sujeto decide dejar de ser para poder integrarse socialmente. La conclusión de este argumento es que el individuo no es el resultado de ese proceso de subjetivación, sino que, por el contrario, es parte de una comunidad en el preciso momento en que es desubjetivado, en el momento en el que es obligado a dejar de ser, a salirse de sí mismo, a estar ausente de sí mismo (Espósito: 2003).

Comunidad y comunicación política

Pensar en reconstruir el sentido de las palabras, desde el punto de vista de la comunicación social, implica el desafío de discutir y debatir en el marco de la comunicación política. La comunicación política, en tanto ámbito de investigación y desarrollo, nos obliga a pensarla en el mundo contemporáneo, como un territorio atravesado por la comunicación digital a partir del fuerte desarrollo que ha tenido las tecnologías de la comunicación social en las últimas décadas.

¿Pero cuando hablamos de comunicación política y comunicación digital, hablamos efectivamente de problemas relacionados con la comunicación? Espósito (2003, p. 31) entiende que la comunidad «es como un recinto aséptico en el que la comunicación no se efectiviza de manera trasparente o por lo menos el contenido que se quiere comunicar». Por el contrario, se conforma una suerte de vacío, un extrañamiento del sujeto en el interior de la comunidad una vez que este ha cedido algo de su propia subjetividad. Si es cierto que en la communitas el sujeto está bajo la forma de un no siendo, ello quizás tenga como consecuencia directa una alteración del principio de identidad que toda comunidad requiere para definir sus contornos, lo que nos obliga a pensar en la idea de que la comunidad sólo puede ser constituida en la medida en que la identidad se impone con la fuerza de la ley. Es decir que el sujeto no es enteramente libre, sino en el marco de una ley que regula lo que es posible hacer e incluso ser.

¿Qué papel debería jugar la comunicación política en el esclarecimiento de estas nociones? ¿En qué medida es posible que pueda aportar al debate de ideas, para restituir el sentido de los   términos y su relación con las cosas? Parece ser que una de las grandes fragilidades que afecta al sistema de ideas que ha orientado la vida en el mundo moderno, es el de la incapacidad para dar respuestas a los debates que se imponen con fuerza a través de la comunicación digital. Nunca antes la sociedad había experimentado una sensación tan amplia de libertad, para poder discutir y debatir los temas de actualidad sin mediaciones. En el presente una persona común y corriente puede publicar un video o un comentario en una red social y bien pronto puede viralizarse y recibir miles de comentarios de todo tipo y tenor. En el caso de las figuras políticas de alcance internacional, las cifras son considerablemente mayores. Como puede ser el caso del presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, quien hace publicaciones en su cuenta personal y oficial de Twitter y en pocas horas sus posteos reciben miles de comentarios, réplicas y “me gusta”, llegando en algunos casos a los 50 millones de visualizaciones, 25 mil comentarios y 64 mil réplicas.


Figura 1. Trump y sus intervenciones


Nota. Adaptado de la cuenta oficial de Twitter de Donald Trump [Fotografía]. Por Donald Trump, 2024, cuenta de Twitter (https://x.com/realDonaldTrump)

Si la centralidad de las discusiones y debates a lo largo del siglo XX, había estado situada en los límites fijados por la radio, la tv y la prensa gráfica, en el mundo contemporáneo el monopolio exclusivo de los medios tradicionales de comunicación fue arrebatado por la masiva presencia de Facebook, Twitter, Instagram y Tik Tok.

Sin embargo, este estado de cosas no significa que los debates que a diario se pueden ver, escuchar o leer en redes sociales y aplicaciones de telefonía celular, estén debidamente justificados. Ocurre que Twitteros como Gordo Dan, en el caso argentino, orientan las grandes corrientes de opinión en redes y medios de comunicación con solo publicar enunciados que reúnen tan solo 150 caracteres en promedio. La carga agresiva de los mismos, propiciando el odio y el rencor sobre determinados colectivos políticos, sociales y culturales suelen formar parte de esos temas que necesariamente deben ser problematizados desde la interseccionalidad o la multidimensionalidad de los mismos.


Figura 2. Gordo Dan. figura centra en la política de redes de la Libertad Avanza.

Nota. Adaptado de El oscuro rol de Gordo Dan: El influencer del odio que Milei premia con la tuya [Fotografía], por En Orsai, 2024, web (https://www.enorsai.com.ar/sociedad/42087-el-oscuro-rol-de- gordo-dan--el-influencer-del-odio-que-milei-premia-con-la- tuya.html?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR3JQDUiDV_uX_urg9VKYbxif_9Qjz81wNuTzzFjpl7PqRZzRJ2SVH WHUik_aem_SHIAXFCgUPS5fCv54EOgTQ google_vignette).

Figura 3. La política agresiva de Gordo Dan contra madres, diversidades y discapacidades.


Nota. Adaptado de cuenta oficial de Twitter de Gordo Dan [imagen], por Gordo Dan, 2024, cuenta de Twitter (https://x.com/GordoDan_).             


La realidad es simplificada de tal modo que palabras, definiciones e ideas quedan vacías de contenido y sin relación entre significante y significado o peor aun generando la condición de incomunicabilidad de los propios procesos de comunicación. El uso, y el abuso, de la palabra libertad es el ejemplo por excelencia: estamos en una etapa en el que la libertad es entendida como el lugar en el que se consagra todo lo que deseamos hacer y todo lo que pretendemos expresar. Así la sociedad no tiene posibilidades de imponer ningún límite, sin que éste afecte la voluntad individual de las personas.

Como ocurre con la noción de comunidad, libertad es una idea que solo puede implementarse en el marco de determinadas relaciones políticas y jurídicas. Los miembros de una sociedad son libres en tanto y en cuanto se apegan a una ley que impone sus límites. La paradoja del soberano describe esta cuestión, cuando es el propio soberano el que al salirse de la ley encuentra que fuera de ella no hay nada y regresa al interior de la misma para comunicarle a los súbditos que dentro de ella es posible todo, pero fuera de ella nada (Agamben: 2006). Sólo la muerte.

En síntesis, existe la comunidad porque sus miembros están dispuestos a de-subjetivarse; la comunidad es el lugar de la renuncia y la pérdida; ante la resistencia a la pérdida y la renuncia, la mismas se imponen a través de la ley para poder dar vida a la comunidad; en la comunidad la libertad es una abstracción que se diluye toda vez que se impone la norma con fuerza de ley. La libertad, como una idea fundamental impulsada por el pensamiento liberal del siglo XVII y XVIII es apenas una utopía.

Pero ocurre que la comunidad es entendida, en los intrincados territorios digitales, como el escenario en el cual lo propio se impone sobre lo impropio. Se construyen discursos en los que la referencia a aquello que debe ser sacrificado, sustituye el verdadero sentido del sacrificio puesto que el individuo en el mundo contemporáneo considera que cada vez que lleva adelante el acto de donar o sacrificar, eso que ha donado le pertenece. Un cliché recurrente, y que se repite hasta el hartazgo, se expresa comúnmente bajo la fórmula “con la mía”.  

Figura 4. Ocasional comentarista de Twitter refiriéndose al problema del dinero público. 


Nota. Adaptado de cuenta personal de Lea Ruiz (imagen), por Lea Ruiz, cuenta de Twitter (https://x.com/DrLeaRuiz).

El sentido es claro: construir el ideario de que el dinero bien habido de los impuestos es utilizado por el estado en gastos superfluos y sin sentido, como viajes personales, compras suntuosas, viáticos de diputados y funcionarios gubernamentales, en lugar de utilizarlo en beneficio de la sociedad. De este modo, toda concepción sobre la vitalidad del sistema de educación pública, de salud, el transporte y otras cuestiones relacionados con la política pública, es cuestionada en desmedro del verdadero sentido de la comunidad. Ante lo que el sujeto entiende como hechos de corrupción, o dinero mal utilizado por el estado, en el mundo contemporáneo los miembros de la comunidad consideran que ya no tienen la obligación de donar o sacrificar sus ingresos en procura de la comunidad. Y ello independientemente de que numerosos miembros de la comunidad se formaron al calor del sistema de enseñanza pública en todos sus niveles: es decir con el sacrificio y la donación de aquellos integrantes de la comunidad que jamás pasaron por las aulas de una universidad pública, por ejemplo.

Cuando este trabajo se encontraba en pleno desarrollo, el gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, se refería en declaraciones a medios de comunicación de su provincia que «el campo no tiene que subsidiar al conurbano» (Página 12, 2025). Sus dichos se inscriben en el viejo debate que atraviesa a la argentina respecto de la importancia que la producción agrícola/ganadera tiene para la macroeconomía del país y la carga impositiva que los productores rurales tienen que tributar a la hora de declarar sus facturaciones por cada liquidación de granos, carne, etc. Sus declaraciones no fueron azarosas, sino que son parte de un relato histórico que pretende construir la idea de que en los grandes conglomerados urbanos de la provincia de Buenos Aires, a los que calificó de «improductivos» (Página 12, 2025), están habitados por personas reacias a la “cultura del trabajo” y propensas a vivir de los subsidios que otorga el estado provincial y nacional en carácter de subsidios al desempleo y otras fórmulas.

Pero rápido de reflejos el Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires salió al cruce de sus declaraciones con un comunicado oficial en el que puso en discusión el problema de los impuestos, la comunidad y su relación con la propiedad del dinero del erario púbico. En un texto de tres carillas, aquí interesan las dos primeras, el PJ bonaerense puso en claro el porcentaje de la producción industrial que concentra el conurbano de la Provincia de Buenos Aires (50%), en donde viven 13 millones de argentinos, y recordó el carácter solidario que tiene un país federal como la Argentina, al señalar que durante la crisis de inseguridad que vivió la ciudad de Rosario durante el 2024, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, puso a disposición de la provincia de Santa Fe los patrulleros policiales que financian los bonaerenses con sus impuestos sin importar que se tratara de otra provincia (Comunicado PJ Bonaerense: 2025).

Figura 5. Comunicado oficial del Partido Justicilista. 

Nota. Adaptado de la cuenta oficial de Twitter de Cristina Fernández (Imagen), por PJ Bonaerense, 2025, cuenta de Twitter (https://x.com/CFKArgentina).

En la comunidad los contribuyentes financian obras de infraestructura, hospitales, rutas y caminos en puntos distantes del país o en las principales ciudades del territorio. Son obras que quizás nunca necesiten utilizar para transitar por ellas o ser asistidos por algún efector de salud. Sin embargo, debemos aceptar que del mismo modo que no vamos a utilizar esas obras, el estado ejecuta obras que otros habitantes del país quizás nunca en su vida las utilicen. Esto es tan simple como el principio de solidaridad que rige en cualquier comunidad de iguales.

El corolario de esta cuestión se resume del siguiente modo: en la comunidad el sujeto no advierte que es necesaria su renuncia a ser todo lo que pretende ser y hacer; luego se sale de ella ante lo que entiende es el incumplimiento de poder tener un dominio sobre sí mismo y los bienes tangibles e intangibles de la comunidad; finalmente vuelve a la misma con el argumento de que es necesario proclamar una libertad absoluta al interior de la misma. Ingresa de este modo en un círculo vicioso en el que la entrada y la salida de la comunidad no puede resolverse por el simple deseo, obturando la posibilidad de hacer una relectura de la idea de comunidad e iniciar el camino de regreso a su definición original.

La vitalidad de la comunicación dialógica

Es plausible plantear como hipótesis que la comunicación digital ejerce un dominio significativo sobre el campo de la comunicación política. Si la comunicación política parecía un territorio autónomo sobre el que sólo la teoría política podía ejercer una influencia decisiva en sus temáticas y agendas, ahora más bien la comunicación digital parece haber capturado los distintos planos del debate público, para construir un territorio en el que el manejo de determinadas técnicas de la comunicación digital y el control sobre el funcionamiento algorítmico resultan condicionantes de la vida en comunidad al punto de disolverla en una entidad distinta a la original, como lo describíamos párrafos atrás.

Sin embargo, es posible retomar algunas experiencias que se sitúan por afuera del universo digital y su ecosistema de medios y redes, para arrancarlas de un pasado que parecía olvidado y actualizarlas en el presente. En tal sentido la perspectiva pedagógica de Paulo Freire nos puede ofrecer una alternativa a los debates contemporáneos en torno al sentido último de las palabras y las cosas.

Freire (2014) plantea en Pedagogía del Oprimido, la necesidad de desarrollar un sistema de enseñanza basado en la «comunicación dialógica», es decir en una interacción que sitúe a los dos polos de todo acto educativo en un pie de igualdad, en una relación simétrica, en un esquema en el que no existe un educador y un educando, sino que ambos polos se convierten en sujetos de la educación en el marco de una relación dialéctica en el que cada uno aprehende el mundo a partir del otro. Se trata de una pedagogía de carácter fundamentalmente humanista, que se construye paralelamente a la interacción con el sujeto, en un camino en el cual la tarea del educador es acompañarlo en esa resignificación del mundo.

A la posición opuesta, o pedagogía tradicional, Freire (2014) la denominó «Pedagogía bancaria», entendiendo que en este tipo de relación educativa el sujeto que aprende no es más que un recipiente en el cual se deposita el saber y el conocimiento.

Freire (2014) criticó fuertemente a este sistema, señalando sus aspectos negativos como el del rechazo a la «convivencia» y la «simpatía». Sobre el educador “bancario” decía:

No puede percibir que la vida humana solo tiene sentido en la comunicación, ni que el pensamiento del educador solo gana autenticidad en la autenticidad del pensar de los educandos, mediatizados ambos por la realidad y, por ende, en la intercomunicación. Por esto mismo el pensamiento de aquel no puede ser un pensamiento para estos últimos, ni puede ser impuestos a ellos. De ahí que no pueda ser un pensar en forma aislada, en una torre de marfil, sino en y por la comunicación en torno, repetimos, de una realidad.

Si bien la literatura freireana nos sitúa en la América Latina de los años 60, su propuesta de ubicar la centralidad de la comunicación dialógica en la relación intersubjetiva cobra más vigencia que nunca en un mundo en el que el diálogo franco se ha perdido en el enjambre de las redes sociales, en lo impersonal de la escritura en línea. Es decir, recupera con fuerza aquella forma de diálogo simétrico en el que ambos polos pueden aprehender en la interacción subjetiva, revitalizando una forma de comunicación que pueda devolver el sentido originario de las palabras y las cosas.

En un sentido semejante, Agamben (2001, pp. 70, 71)) plantea que en el mundo contemporáneo el capitalismo no solamente está dirigido a expropiar la actividad productiva, sino fundamentalmente a «alienar el lenguaje de la propia naturaleza lingüística y comunicativa del hombre, de ese logos que un fragmento de Heráclito identifica con lo común». Visto desde esta perspectiva la cuestión es aún más preocupante que la que plantea Freire, puesto que da cuenta de un problema profundo respecto de la pérdida de cualquier forma de comunicación de lo común y en lo común.

En ese marco, Agamben (2001), apelando al concepto cabalístico de shejiná, traza un paralelismo con el misticismo judío que ha intentado a lo largo de su historia encontrar las claves del carácter divino de la palabra, su potencia creadora, su capacidad de crear entidades en el mundo y designar a través del nombre la esencia de las cosas. Shejiná supone la manifestación de la palabra de Dios en la tierra, pero en uno de los tantos intentos de los místicos por tratar de asemejarse a Dios en el uso del lenguaje, sólo logran, sin pretenderlo, separar a la palabra del conocimiento cuando deciden cortar del árbol de la sabiduría las ramas más jóvenes y evitar llegar a la cima. Así la palabra se separa de lo que revela, adquiriendo una consistencia autónoma e interponiéndose entre el sujeto y la cosa revelada, provocando de este modo una condición de exilio entre lenguaje y mundo.

Se trata de una característica epocal, según entiende Agamben, la que se explica considerando   que, si en los inicios de las sociedades la esencia comunicativa del hombre era el fundamento

común, en las sociedades del mundo contemporáneo esa esencia queda separada en una esfera independiente. Lo que arroja como resultado paradójico que la comunicabilidad misma, en tiempos de hiperconexiones, mediatización de las sociedades, activismo social y político en redes, impida la comunicación: «Los hombres están separados por aquello que los une. Los periodistas y mediócratas son el nuevo clero de esta alienación de la naturaleza lingüística del hombre» (Agamben, p. 72).

¿De qué manera impacta este fenómeno en las sociedades actuales? La política como tal no ha perdido la centralidad que supo ganar en el desarrollo de los estados nacionales propios de la modernidad, sino que la misma ha desplazado su centro hacia aquellas regiones que fueron configurando el ecosistema de medios digitales por medio del desarrollo de la web 2.0. De hecho, algunas formas de la comunicación digital, como por ejemplo las redes sociales, suelen formar comunidades de iguales a partir de una cercanía marcada fuertemente por lo político e ideológico. Se trata de comunidades que incluyen a quienes piensan del mismo modo, sostienen las mismas políticas, plantean el mismo proyecto de país y excluye de manera agresiva a quienes piensan de manera opuesta. Una de sus singularidades es la eficacia para construir entidades lingüísticas que puedan designar nuevas experiencias políticas, sociales y culturales. 

La extraña sociedad entre “libertad” y “libertario” es una de las expresiones más actuales del vacío de contenido entre concepto y realidad: un libertario en la historia del siglo XX es un anarquista que lucha por la abolición de toda forma de estado, sobre todo capitalista, y que aspira a construir una sociedad de iguales en el seno de la comunidad; un libertario en el siglo XXI es un capitalista exacerbado que aspira a desarticular todo tipo de regla comunitaria con el objetivo de construir una experiencia de libertad económica pura y exclusivamente individual. Es una época cuyo rasgo distintivo, sin dudas, es la incomunicabilidad de la comunicación. Agamben se refiere a esta etapa del mundo contemporáneo como la del experimentum linguae, un momento en el desarrollo de la historia en el que «la política desarticula y vacía tradiciones y creencias, ideologías y religiones, identidad y comunidad» (Agamben, p. 73).

                                                              A modo de conclusión

La problemática sobre la interpretación de la communitas es apenas la mención de un problema más amplio que abarca a nociones tales como patria, soberanía, nación, independencia, autonomía, liberación, libertad, democracia, equidad, entre otras. Se trata de un conjunto de palabras, cuyas definiciones han sido de suma importancia para configurar el discurso político que ha dado impulso a las tradiciones más firmemente arraigadas en la conformación del sistema democrático argentino en estos 41 años. Desde que fuera recuperada la democracia, a fines del año 1983, nunca había habido un retroceso tan significativo en el ideario que se halla contenido en la idea de justicia social. Educación, salud, vivienda, trabajo, empleo, salario, desarrollo, industrialización, eran palabras que conformaban el repertorio de ideas que hacían de la política un lugar para el debate sobre las injusticias en el seno de la comunidad. A partir de allí se conformaban los programas que cada partido utilizaba para construir sus plataformas electorales, que luego eran publicitadas ante la sociedad a través de medios de información o actos públicos: Partido Justicialista, Unión Cívica Radical, Partido Intransigente, Partido Comunista, Partido Socialista, las distintas expresiones de los partidos que representan a la clase trabajadora y los partidos liberales y conservadores, como lo fue en su momento la Ucedé. Todos, en mayor o menor medida, se referían al ideario señalado líneas atrás o al menos seleccionaban algunas de esas palabras para construir sus propias narrativas. De todo es lenguaje constitutivo de la recuperación democrática en la Argentina, empieza a quedar muy poco en el ecosistema de medios.

Quizás por eso es necesario más que nunca retomar el ejercicio de la comunicación dialógica, solo que, en lugar de ejercitarla de manera intersubjetiva, es necesario comenzar a practicarla en el ecosistema de medios que las tecnologías de la comunicación social permiten. Se trata de una tarea de reconstrucción del sentido de las palabras que alguna vez tuvieron una potencia transformadora en la vida social. En tal sentido Freire (2014) reflexiona sobre este asunto: La palabra inauténtica, por otro lado, con la que no se puede transformar la realidad, resulta de la dicotomía que se estable entre sus elementos constitutivos. En tal forma que, privada la palabra de su dimensión activa, se sacrifica también, automáticamente, la reflexión, transformándose en palabrerío, en mero verbalismo. Por ello alienada y alienante. Es una palabra hueca de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no hay denuncia verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción.

Es, en términos de Gramsci (1975), una «batalla cultural» por el re-establecimiento del sentido, la restauración, la reparación, incluso la redención misma del significado de las cosas. La comunicación, en ese marco, debe recuperar su carácter pedagógico para transparentar definiciones, categorías y conceptos.

Son numerosos las comunidades cuyos rasgos fundamentales sobresalen por otorgan al lenguaje un carácter decisivo en la conformación de la cultura. Desde la imposición de un nombre a la persona, con la cual el sujeto está mandado a ser y a hacer lo que su nombre indica, pasando por la cadena de familias de palabras que se pueden construir a partir de un concepto o una letra, para concluir con la designación de un nombre para las divinidades como Dios (a las cuales no se las puede nombrar por su verdadero nombre). Las mismas se abocan con cuidado al análisis y uso de las mismas y entienden que el hombre y el mundo son efectos de lenguaje, construcciones lingüísticas (Cohen, 1989).  

Pero en la etapa de ¿el fin de la modernidad? Las palabras no parecen tener la cualidad de llenar el vacío de aquello que alguna vez tuvo un nombre. En tal sentido la idea de desarrollo y progreso, palabra rectora del sentido de la historia en la modernidad, ya no se propone como la meta a alcanzar, puesto que es la misma experiencia temporal la que parece vivenciarse como tiempo vacío y homogéneo (Benjamin, 2008). Incluso estas palabras formaban parte del acervo político de la post-dictadura Argentina, aunque ahora casi no es mencionada en el discurso de la política en redes.

Sólo le queda al mundo contemporáneo en el que habitamos, el consuelo de que por ahora no se conoce ninguna cultura o comunidad, por más bárbara que esta pueda haber sido en relación a su escaso apego a las leyes y a las normas, que haya decidido renunciar lisa y llanamente al lenguaje. Más bien se puede considerar que todas las culturas entienden y asumen que el lenguaje es inseparable de lo humano e incluso tan decisivo en la vida como la vida misma (Agamben, 2017). Quizás sea el punto de partida para comenzar a reconstruir la compleja problemática lingüística que atraviesa a esta etapa de la historia.


Bibliografía

Agamben, G. (2001). Medios sin fin. Ediciones Pre-textos.

Agamben, G. (2006). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Ediciones Pre-textos. Agamben, G. (2017). ¿Qué es la filosofía? Adriana Hidalgo Editora.

Bassols, T. (2001). Teoría del conocimiento clásica y epistemología wittgeinsteniana. Plaza y Valdez Editores.

Benjamin, W. (2008). Tesis sobre la filosofía de la historia. Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Byung-Chul, H. (2013). En el enjambre. Ediciones Herder.

Cohen, E. (1989). El Laberinto. Acta Poética, vol. 9, n.º 1-2, enero de 2005, doi:10.19130/iifl.ap.1989.1-2.639.

Espósito, R. (2003). Communitas. Origen y destino de la comunidad. Ammorortu. Foucault, M. (1997). Vigilar y castigar. Ediciones Siglo XXI.

Freire, P. (2014). Pedagogía del oprimido. Ediciones Siglo XXI

Gramsci, A. (1975). Cuadernos de la cárcel. Fondo Documental EHK. https://www.abertzalekomunista.net/images/Liburu_PDF/Internacionales/Gramsci_Antonio/Cuadernos_de_la_carcel-Completo-6_Tomos-PAGINADO.pdf

Diario Página 12 (2025). “El campo no tiene que subsidiar al conurbano”. Página 12.

https://www.pagina12.com.ar/795055-el-campo-no-tiene-que-subsidiar-al-conurbano





















Reactions

Publicar un comentario

0 Comentarios