Falta energía eléctrica, aumenta el consumo,
hay carencia de inversión en las compañías proveedoras, es necesario más
controles del estado y un uso racional de un servicio ahora escaso. Entre los
estímulos al consumo masivo y la necesidad de mejorar la calidad de vida, se
encuentra la obligación de preservar el medio ambiente en un mundo alterado por
la mano del hombre. Este artículo es apenas un esbozo de las inquietudes y
encrucijadas que se plantean como nuevos desafíos a una sociedad que ha
convertido el consumo en la razón de su vida.
Se trata, sin dudas y sin temor a equivocaciones,
de los cambios climáticos que se están produciendo en el planeta. La ola de
calor, que según el Servicio Meteorológico Nacional es “la más extensa de los
registros históricos”, confirma la hipótesis. Y el hombre, o la sociedad de
consumo, mientras tanto se debate entre la queja y los cuestionamientos: “que la
responsabilidad es de la empresa”, “que la responsabilidad es del estado”, “que
alguien tiene que pagar el costo político”, “que es De Vido”, “que es Kicillof”.
Mientras ello ocurre, la agenda ambiental sigue siendo una deuda pendiente en el
conjunto de la población y las altas tasas de consumo energético, demandadas por
un sector industrial ávido de colocar sus productos en el mercado y por el común
de la gente que busca mejorar su calidad de vida, son la nota saliente de las
fuertes contradicciones que generar la economía del despilfarro y la
preservación del planeta.
En este debate, aunque alguien quiera inmiscuirlo
con la polémica Kirchnerismo-antikirchnerimso, no se puede caer en el
reduccionismo de una falsa dicotomía. Desde que Herbert Marcuse
escribiera su ensayo “El hombre unidimensional”, un verdadero llamado
de atención al rumbo que estaban encarando las sociedades industriales
desarrolladas y al papel que deberían jugar los trabajadores para superar el
estado de alienación, poco se ha hecho. Muy por el contrario los ciclos de
crisis y auge del capitalismo, han contribuido a que los denominados “países
periféricos” se convirtieran en el último reducto del saqueo industrial: bosques
que se talan indiscriminadamente, ríos que se contaminan ilimitadamente,
negocios inmobiliarios que provocan el hacinamiento de grandes porciones de la
población, la carencia de redes de infraestructura suficientes, y una puja por
la demanda de bienes que al fin y al cabo terminan convirtiéndose en la propia
trampa del hombre.
Marcuse definía a este problema como el de “la
conciencia fetichizada” y sostenía que las necesidades del hombre eran
“necesidades ficticias” creadas por esa sociedad industrial avanzada. Sin
embargo aunque este texto parezca anticuado, cuánto de esos planteos que
motivaron o inspiraron a los jóvenes estudiantes universitarios del Mayo Francés
(1968), hoy tienen vigencia. En dónde antes se necesitaba un aire acondicionado,
ahora se necesitan dos. En donde se necesitaba un televisor, ahora se necesitan
dos. Para recorrer apenas diez cuadras, el habitante de cualquier poblado
argentino necesita utilizar su vehículo particular. En donde antes había un
vehículo, ahora una familia demanda dos. En donde antes había verde, ahora hay
cemento. En donde antes había sombra natural de árboles de todo tipo y color,
ahora hay sombras de edificios modernos muy bien iluminados. En donde antes
había espacio libre, ahora hay hacinamiento. En donde antes había limpieza,
ahora hay basura. No basta con un par de zapatos o zapatillas, la sociedad
demanda otra cosa y una lógica perversa de consumo extremo se cierne sobre el
hombre. Es acaso el consumo el nuevo fantasma que recorre el mundo. Son para
Marcuse las formas sutiles de dominación de una clase sobre otra.
Lejos está, este cronista, de proponer una cosa
distinta que no sea una distribución equitativa de la riqueza y el bienestar,
pero cree que hace tiempo ha llegado el momento de discutir de qué modo se puede
avanzar hacia un desarrollo sustentable y que no implique la constitución de una
economía del despilfarro. Todavía en la sociedad quedan amplias capas de la
población desprovistas de los bienes y servicios esenciales. Claro es una de las
grandes paradojas de las sociedades modernas y una encrucijada entre el
crecimiento económico, la generación de trabajo y la posibilidad de continuar
teniendo un planeta habitable. Son saldos y debates pendientes, en un contexto
en el que todavía nadie habló de “Videodrome”.
2 Comentarios
Te adjunto un artículo que va en el mismo camino. Saludos. http://www.labengalaperdida.blogspot.com.ar/2013/12/sociedad-de-consumo-segregacion-y.html
ResponderEliminarGracias compañero, lo acabo de leer y es sumamente intersante. Gracias por compartir tan valioso material un abrazo grande. Un aporte y una mirad a un problema complejo. Saludos.
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