Autores:
Walter Hugo Barboza
DNI 20265316
Correo electrónico: wbarboza@perio.unlp.edu.ar
Institución: Facultad de Periodismo y Comunicación
Social UNLP
Orcid: https://orcid.org/0000-0002-6126-7695
Juan ManuelArdenghi
DNI 23072412
Correo electrónico: juan.ardenghi@perio.unlp.edu.ar
Institución: Facultad de Periodismo y Comunicación
Social UNLP
Orcid:https://orcid.org/0000-0001-7947-4177
Resumen
El presente
trabajo tiene por objetivo analizar el proceso de selección, jerarquización y
construcción de la información en la segunda etapa de la revista Crisis, cuyas ediciones fueron publicadas
mensualmente entre los meses de abril de 1986 y abril de 1987, entendiendo que
este proceso se inscribe en el marco del rol que ocupan los periódicos como actores
políticos de naturaleza colectiva y piezas fundamentales para el desarrollo de
los procesos políticos en las sociedades modernas; destacando sus prácticas
discursivas en el abordaje periodístico en relación al proceso democrático
abierto en 1983.
Palabras
clave: periodismo, democracia, política, cultura.
Introducción
El siguiente trabajo tiene por objetivo analizar el proceso de
construcción, selección y jerarquización de la información, llevado adelante
como una práctica propia del periodismo, en la denominada segunda etapa de la
revista Crisis. Se trata del período
comprendido entre los meses de abril de 1986 y abril de 1987, en el que el
fundador de la revista, durante los convulsionados años setenta, retoma la idea
original junto a una parte del viejo staff de periodistas que la integró en la
primera aventura intelectual del período 1973/1976.
Partimos de la idea de que los medios de información se constituyen, en
el marco de las denominadas democracias modernas, en «actores políticos de
naturaleza colectiva» (Borrat, 1989, p.10) y que como tales contribuyen al
desarrollo de la vida política, social y cultural a partir de un proceso de
construcción, selección y jerarquización de la información, en el que es
necesario analizar en sus distintas claves políticas los interrogantes que subyacen y que son del tipo «qué se dice, cómo se dice, por qué se dice lo
que se dice, en qué contexto, con qué fin y a quiénes se dirige» (Vialey, Ghea,
Blázquez, 2019, p. 2).
En ese marco, nos interesa analizar sus prácticas discursivas a partir
del tratamiento que Crisis realizó de
las problemáticas sociales, políticas y culturales de la época, la perspectiva
ideológica propuesta a través de sus principales artículos, su línea editorial,
su posicionamiento respecto del proceso democrático iniciado en la Argentina en
1983 y su relación con el resto de los actores sociales; en una época
fuertemente marcada por una apertura política que ponía fin a un período de
siete años de censura, persecuciones políticas, secuestros y desapariciones de
militantes políticos, sociales, trabajadores, artistas e intelectuales que
incluso había afectado a una parte significativa del staff original de la
revista.
Para ello analizaremos, en términos generales, los principales artículos
políticos y editoriales de cada uno de los trece números que fueron editados
mensualmente a lo largo del período 1986/1987, como así también el tratamiento
gráfico y visual, contemplando en el análisis los rasgos distintivos respecto
de la propuesta periodística que desarrollóCrisis
durante la etapa 1973/1976.
Marco histórico:
El retorno de la democracia en la Argentina a fines del año 1983,
significó el inicio de un período de apertura política, social y cultural que
implicó, básicamente, el desarrollo de las actividades que habían sido
clausuradas por la dictadura militar tras el golpe de estado perpetrado en
marzo del año 1976. Ese golpe, ejecutado por el conjunto de las fuerzas
armadas, había contado con el apoyo incondicional de buena parte del
empresariado nacional y transnacional, de algunos sectores de la iglesia
católica argentina, como así también de la sociedad civil. Sus consecuencias
más visibles fueron para el país devastadoras e implicaron un cambio
estructural profundo en las condiciones de vida de la sociedad: crecimiento de
los niveles de pobreza y marginalidad, endeudamiento externo, desmantelamiento
del aparato productivo y la desaparición forzada de militantes políticos,
sociales y sindicales, como así también del ámbito de la educación y la cultura(Basualdo,
2006).
La dictadura había golpeado profundamente al conjunto de la sociedad y a
los principales cuadros políticos que desde distintas esferas de la vida social
y cultural se habían comprometido muy fuertemente con los procesos de cambio
acontecidos en esos años en América Latina. En ese marco es que se desarrollan
las dos etapas de la revista Crisis.
La primera comprendida entre los años 1973 y 1976 y la segunda, mucho más
breve,situada en el período comprendido entre los 1986/1987 (Roman, 1993).
En líneas generales la revista Crisis,
cuyo nombre original fue Ideas, Letras,
Artes en la Crisis,era una revista mensual cuyos contenidos estuvieron
interesados en las temáticas culturales con una fuerte anclaje en la actualidad
política y social de Argentina y América Latina, pero que además fue
complementada con una propuesta editorial en el que los rasgos sobresalientes
fueron los denominados Cuadernos de
Crisis, a través los cuales se publicaban las biografías de los principales
actores de la historia y la cultura: el Che Guevara, Pablo Neruda, Felipe
Varela o Facundo Quiroga, entre otros (Bocchino, 2005).
Fue fundada por el abogado y periodista Federico Vogelius y a decir por
las temáticas abordadas la revista puede ser encuadrada dentro de lo que en la
perspectiva ideológica argentina se reconoce como la izquierda nacional, el marxismo
latinoamericano y el nacionalismo popular. Ello se desprende del análisis del
perfil de los columnistas convocados para escribir los artículos periodísticos,
los cuales tenían estrechos compromisos políticos con organizaciones del campo
popular como Montoneros o Descamisados, y de la agenda temática elegida para
cada número. Algunos de sus principales figuras fueron su director, Eduardo
Galeano, los periodistas y escritores Francisco Urondo, Juan Gelman, Rodolfo
Walsh, David Viñas, Lilian Heker, Fermín Chávez y Beatriz Sarlo; y entre sus
temáticas pudieron convivir la literatura de Jorge Luis Borges o Leopoldo
Lugones, con entrevistas a Julio Cortázar o Arturo Jauretche y las
investigaciones de Vicente Zito Lema, Rogelio García Lupo y Aníbal Ford
(Bocchino, 2005). El equipo de columnistas da cuenta de una apertura
intelectual novedosa, en una época marcada por el fuerte desarrollo de la
prensa política militante, como lo fueron por ejemplo las revistas Descamisados
o Envido.
En su portada se podían leer títulos que referían a la pasión por el
arte, la literatura y la política propios de la época fundacional de la
revista, como por ejemplo aquellos que rezaban: «Abadón el exterminador, la nueva novela de Ernesto Sábato» (Crisis:
11), «Jean Paul Sartre, diálogo psicoanalítico»
(Crisis:3), «19 núcleos para la primera
discusión alrededor de un teatro, de David Viñas» (Crisis:24), «Julio Cortazar: la literatura es mi
ametralladora» (Crisis:10), «Un
encuentro con la resistencia chilena: Eric Nepomuceno» (Crisis:74).
Figura 2. Portada de Crisis n°12, abril de 1974 (Fuente:
Archivo Histórico de Revistas)
Crisis se había convertido en una referencia ineludible para
los sectores más intelectualizados de la argentina a la que le toco en turno interpelar,
no solo por la propuesta editorial y agenda temática, sino por el grado de
refinamiento y sofisticación del pensamiento que se podía entrever en sus
páginas. De hecho, entre sus primeros veinte números llegó a tener una tirada que
promedió los 24.800 ejemplares (Ponza, 2016), lo que describe también un clima
político en el que la cultura ocupaba un papel fundamental en los debates de actualidad
ya que no había sido todavía golpeada por los sectores más reaccionarios de la
sociedad.Hablamos de una época histórica en la que se pone de manifiesto en el
seno de la sociedad argentina un incremento notable y significativo de bienes
culturales relacionados con el boom editorial y de la literatura
latinoamericana; una etapa cultural en la que cobran valor determinados oficios
y profesiones: correctores, traductores, imprenteros, vendedores,
distribuidores y las distintas variantes de la escritura literaria y
periodística (Ponza, 2016).
Su primer número fue lanzado el 1 de mayo de 1973 y el último en agosto
del año 1976, luego de haber sufrido un férreo control sobre sus contenidos, amenazas,
secuestros y las desapariciones de algunas de sus principales periodistas como
Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Paco Urondo.[1] El
dato curioso de esa primera edición, que contó con 66 páginas y con una tirada
de 10 mil ejemplares (Ponza, 2016), es que no contenía una editorial que explicara
los propósitos políticos, sociales y culturales del medio. Aunque en sus líneas
se puede leer con claridad la espesura temática de sus producciones
periodísticas, preocupada por la literatura en general y su relación con la
política y la cultura, como por ejemplo el artículo «Historia secreta de la conspiración» (Crisis: 42), escrito por
Helios Silva sobre el golpe de estado contra el presidente brasileño Joao
Goulart en 1964 y que era en realidad un adelanto de un trabajo de
investigación historiográfico sobre el hecho histórico; o los artículos que
luego fue desarrollando a lo largo de sus ediciones referidos a los problemas
de la historiografía argentina en perspectiva revisionista: «Jauretche: Civilización y barbarie» (Crisis:
9), «¿Se enseña en la Argentina la
historia real del país?» (Crisis: 3).
Figura 4. Portada de Crisis n° 8, diciembre de 1973 (Fuente: Archivo
Histórico de Revistas Argentinas).
Durante la primera época,Crisis
no llevará adelante cambios fundamentales en su línea editorial, aunque en sus
dos últimos números se puede entrever que algunos de sus artículos, dado el
contexto de fuerte control y censura que llevaba adelante la dictadura desde el
24 de marzo de 1976, comenzaban a mencionar,con cierto cuidado,temas considerados
polémicos para la agenda política de las fuerzas armadas, como aquellos que dan
cuenta de un famoso almuerzo que a mediados del año 1976 matien en los escritores
Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, el presidente de la Sociedad Argentina de
Escritores, Horacio Ratti y el Padre Castellani. En ese encuentro, en el que
Castellani manifestó su preocupación por la desaparición del periodista y
escritor Haroldo Conti, Sabato, Borges y Ratti se limitaron a hablar de temas
culturales y reivindicaciones del sector, como la ley de libro y los derechos
de autor.Crisis publicó la noticia en
su portada bajo el tíutlo «Ecos de un
encuentro: el presidente de la nación y los escritores. Reportaje al padre
Castellani y Horacio Ratti» (Crisis: 3), en el que pregunta,
fundamentalmente al padre Castellani, cuál había sido la impresión general de
la reunión. No hay en el reportaje referencias fuertes a la situación general,
aunque sí sobre la situación de Haroldo Conti. Demasiado para una época signada
por la complicidad y el silencio de la prensa en general y en el que Crisis se vio comprometida en indagar
sobre el destino de uno de sus columnistas más destacados.
En ese sentido en el último número de su primera época, que
contará con 84 páginas, publicará como nota central un informe sobre la
situación de los medios de comunicación en América Latina bajo un título
sugestivo que puede ser entendido como un tiro por elevación a los medios de
información de la República Argentina que habían hecho silencio ante las
atrocidades cometida por la Primera Junta de militares al mando del poder:«¿Son intocables los dueños de la opinión
pública? Los documentos de la conferencia de políticas de comunicación de la
UNESCO» (Crisis:3).
Figura 5. Portada de Crisis
n° 39, julio de 1976 (Fuente: Archivo Histórico de Revistas Argentinas).
Figura 6. Portada de Crisis
n° 40, agosto de 1976 (Fuente: Archivo Histórico de RevistasArgentinas).
Crisis fue clausurada definitivamente. Algunos de sus plumas
fundadoras se habían exiliado en el exterior ante las amenazas y persecuciones
de la dictadura militar. Vogelius, su director, años más tarde recordaría las
atrocidades cometidas contra su persona. Lo habían detenido, encarcelado y
torturado desde 1976 hasta el año 1980, cuando pudo recuperar su libertad y
partir a Londres. Como si escribir, pensar y publicar ideas por la prensa fuera
un delito grave, la dictadura lo había acusado de haber organizado y financiado
la revista Crisis.Narró esa
experiencia en forma personal a Eduardo Galeano, en un encuentro en el que
confesó que no se arrepentía de nada de lo que había hecho cuando fundó la
revista en el año 1973. Galeano se referiría a esa historia tras su muerte en
1986 y en una editorial titulada «Fico»
(Crisis:3), en el que reseña la inquietud de Vogelius por relanzar la revista.
Crisis
en su segunda época: el giro hacia la agenda política
Uno de los datos significativos de la segunda época de Crisis,es que apenas retoma su actividad
en el año 1986, luego de diez años de haber desaparecido del mercado editorial,
Federico Vogelius decide ponerle al primer número de la etapa postdictadura el
número contiguo al cierre de la primera época: Crisis es relanzada en el mes de abril como el número 41, con 92
páginas, el mismo tratamiento gráfico, en el que abunda el blanco y negro, las
ilustraciones de los mejores dibujantes argentinos de la época, Breccia,
Basurto, Fontanarrosa, acompañando los artículos periodísticos,y una serie de
colores vivaces en su portada que la distinguieron de los colores sobrios de la
primera época. Vogelius sigue siendo el Director Ejecutivo, Vicente Zito Lema
reemplaza a Eduardo Galeano en la dirección periodística, aunque en esta etapa
Galeano, junto a Osvaldo Soriano, se hace cargo del asesoramiento editorial
(Crisis: 92).
Figura 7. Portada de Crisis
n° 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, abril, mayo, junio, julio, agosto,
septiembre, octubre y noviembre de 1986 (Fuente: Archivo Histórico de
Revistas Argentinas).
Como si no hubiera pasado el tiempo o el tiempo no hubiera sido
interrumpido, Crisis sale a escena en
una argentina fuertemente politizada en el que el problema de la deuda externa,
la pobreza, la desocupación y la desaparición de personas es la materia
obligada de los debates públicos. Es allí donde Crisis apuesta a convertirse en un «actor político» capaz de
incidir en la agenda pública, como lo entiende Héctor Borrat (1989) cuando
señala que el ámbito de actuación de un medio «es el de la influencia, no el de
la conquista del poder instruccional o la permanencia en él» (p.69).
Sin renunciar a su perspectiva literaria y culturar, en esta segunda
época habrá una fuerte apuesta a los temas con mayor densidad política,
orientados, según su forma de seleccionar las temáticas, la forma de
jerarquización y de presentación conceptual. Incluso inaugura por primera vez
en sus páginas una editorial de fuerte contenido político, cuyo título es «Los autores ausentes» (Crisis:1), en el
que Eduardo Galeano denuncia la desaparición de periodistas e intelectuales
vinculados a la primera época de la revista:
Como ya nadie podrá olvidar, hace diez años Argentina
ingresaba de lleno en el terrorismo de Estado. Obreros, estudiantes, artistas y
escritores fueron asesinados o desaparecieron en la más gigantesca operación
masacre que haya conocido el país. Simultáneamente, miles de hombres y mujeres
sufrieron la tortura y la cárcel. Muchos otros debieron exiliarse.
Entre los muertos y los que siguen condenados al
horror sin fin de la desaparición, figuran FranciscoUrondo, Rodolfo Walsh,
Haroldo Conti, Roberto Santoro, Miguel Ángel Bustos y Raymundo Gleizer, parte
entrañable de la historia de Crisis, que hoy reaparece y no los olvida.
Como se puede apreciar Crisis empieza a jugar de manera más fuerte desde el punto de vista
de la construcción, selección y jerarquización de su información. Si bien en su
primera etapa apostaba claramente al plano de la sutileza cultural, ahora hay
abiertamente un planteo revisionista sobre la etapa de la postdictadura que se
inicia, con fuertes alusiones a las posiciones de izquierda del medio frente a
la nueva etapa. Algunos de sus títulos en la portada de ese primer número dan
cuenta de una perspectiva más frontal respecto de la agenda de temas: «Las izquierdas en América Latina. Utopía,
crisis y transformación» (Crisis: 0), se propone como una revisión del
presente con textos de Eduardo L. Duhalde (Argentina), Andrés Solís Rada
(Bolivia), Theotonio Dos Santos (Brasil) y otros columnistas destacados de
Uruguay, Perú, México, El Salvador y Chile, en el que los planteos desde al
campo popular son claros y precisos.
En tal sentido Crisis
dice en la bajada de su artículo principal, con un título que se repite en la
portada, lo siguiente (Crisis: 4):
Presentar este informe
significa, ante todo, abrir un debate necesario para aquellos que creen en la
posibilidad de transformar estas sociedades subdesarrolladas, altamente
alienadas y mal protegidas en otras más justas, dignas y libres; o dicho de
otro modo realmente democráticas.
Aquí claramente se involucra en la creencia de que es posible cambiar a
la sociedad, luego de una caracterización crítica del presente, para proponer
la construcción de unas sociedades más justas, dignas, libres y democráticas.
Apelar a estas ideas fuerza, significa confrontar abiertamente con los sectores
que consideraban que la democracia no era un valor en sí mismo y habían
apostado al golpe de estado en el año 1976. Posicionarse desde una perspectiva
de izquierda implica cuestionar fuertemente las injusticias del sistema
capitalista. Sobrevuelan, en el contexto histórico, nociones y categorías
propias del discurso de los años `70 como el concepto de alienación, propio del
discurso en perspectiva marxista. Los giros lingüísticos no son extemporáneos,
ni fueron colocados allí bajo presión, sino que son el resultado de una
formación discursiva propia de la época.
Para dar cuenta de su tema principal, Crisis dedica 37 de las 92 páginas disponibles, aunque existe en
este primer número una novedad que es necesario tener en cuenta y que parece pretender
el hacer un aprovechamiento del espacio físico de la revista: la continuación
de la presentación de sus temas principales en la contratapa. Esta innovación
gráfica le permitirá a Crisis
utilizar su página 92 para poder plantear otros temas que se desarrollan en el
interior de la revista. Así en el primer número podemos encontrarde qué manera jerarquiza
temas culturales que se articulan con los temas de la actualidad política: «Las multinacionales detrás de la pintura»
(Crisis: 92); «Haroldo Conti en el país
de las sombras: investigación, testimonios, cartas» (Crisis:92), «Gardel y Solanas vuelven del exilio»
(Crisis:92); «Ecología: Argentina será un
desierto» (Crisis:92).
Tal y como lo señalan Vialey, Ghea y Blazquez:
Los medios no sólo construyen, seleccionan y
jerarquizan la información partiendo de verdades que son interpretaciones,
puntos de vista y ópticas parcializadas de la realidad de acuerdo a sus
intereses ideológicos, sino, que son importantes constructores de la percepción
y lectura crítica que la sociedad hace de la realidad.
En su contratapa Crisis denuncia
a las compañías que están detrás del financiamiento de premios y concursos en el
mundo del arte, la desaparición del escritor y periodista Haroldo Conti, la
vuelta del director de cine Pino Solanas, tras varios años de exilio en Europa,
y las consecuencias desastrosas que le deparan a la Argentina en relación al
medio ambiente y el uso extensivo e intensivo del suelo destinado a los
cultivos.Nuevamente Crisis se
posiciona en el lugar del medio que cuestiona con firmeza el presente que
narra. Su posicionamiento sigue siendo claro en relación a la temática elegida.
A diferencia de los medios gráficos que sobrevivieron a la dictadura, la
revista Gente editada por editorial Atlantida es el caso, Crisis refuerza el discurso que lo
vincula con un público crítico del capitalismo y las formas liberales de la
política y la economía. Construye con claridad el público al cual interpela, lo
que dice, cómo lo dice y por qué lo dice, estableciendo conexiones precisas
entre texto y público. Y así lo hará en los números siguientes, cuyos
principales títulos son: «Tomás Borge:
civilizar a la Burguesía» (Crisis: 1); «La
iglesia en América Latina: religión, política y sociedad» (Crisis:1); «Chile» (Crisis:1); «Sergio Ramírez, vicepresidente de Nicaragua» (Crisis:1); «Democracia, militares, Sendero Luminoso»(Crisis:1);
«Mirá como tiemblo. La teología de la
seguridad nacional» (Crisis:1).
Un rápido recorrido por sus portadas permite adentrarnos en un universo de
temas que son abordados desde una perspectiva crítica del mundo contemporáneo.
Se trata de una propuesta periodística que sugiere al lector la posibilidad de
construir una mirada más aguda sobre los temas de actualidad. Como por ejemplo
aquel artículo publicado en el número 47 bajo el título «Nueva York, ciudad del Tercer Mundo» (Crisis:17), en el que la
revista nos invita a adentrarnos a un paisaje urbano cuyos rasgos distintivos
son los graffittis y la cultura juvenil callejera de una sociedad cosmopolita y
decadente, según lo describe Jean Franco, el autor del artículo:
Ciudad donde se cruzan todas las etnias y todas las
culturas, todas las lenguas y todas las capitales.Las transformaciones de Nueva
York en la era Reagan, fortalecen su imagen de ciudad mundial y agravan las
tensiones que generan la marginalidad, la violencia social y los bolsones de
miseria. Por eso Nueva York es también una ciudad del Tercer Mundo.
Aquí queda claro la perspectiva crítica que el medio construye respecto
del presente de los EE.UU., al seleccionar los aspectos negativos de esa ciudad
y jerarquizar la información como uno de sus temas destacados. Y ello se
comprende mejor cuando en la página 78 el periodista Miguel Bonasso publica una
entrevista a uno de los representantes en el exterior, del chileno Frente
Patriótico Manuel Rodríguez. El título reza: «Frente Patriótico: por qué atentamos contra Pinochet» (Crisis:78) y
en la misma se pueden leer el tono condescendiente con el entrevistado, del que
Bonasso sospecha que se presenta con el nombre falso de Roberto Torres. No es
una entrevista crítica de las acciones que lleva adelante el Frente Patriótico
Manuel Rodríguez, ya que en ningún momento invalida o impugna la metodología de
lucha de la organización y es un material que permite poner en contraste la
orientación de la revista tal y como fue señalado líneas atrás en este trabajo.
Quizás esta mirada quede más fuertemente argumentada si se recuperan
otros artículos publicados en números anteriores en los que Crisis señala claramente su posición
crítica de los procesos dictatoriales y su simpatía en favor de las luchas
políticas y sociales de carácter popular. Así en el número 44 el escritor y
periodista colombiano, Gabriel García Márquez, escribe sobre la situación de
Chile y los conflictos sociales bajo el título: «Una jauría sobre la Moneda».
En la bajada del artículo se puede leer:
El diálogo entre el gobierno chileno y los partidos
políticos democráticos, es un hilo que se adelgaza y se tensa cada vez más. Se
ha mencionado julio como mes clave -la oposición convocó a una huelga para los
primeros días del mes- en la pulseada que mantiene la porfía de Pinochet frente
a un pueblo que trata de poner fin a un autoritarismo que ha cumplido un número
de años fatídico: 13.
Transcurre el año 1986 y en Chile, al igual que en el resto de América
Latina, los vientos de cambio soplan muy fuerte y el pasado reciente comienza a
ser cuestionado en profundidad. Por eso las referencias, en el proceso de
selección y jerarquización de la información, a la “porfía” de Pinochet, la elección del tema en sí mismo, el espacio
destinado a la temática (doce páginas) y el enfoque editorial. El artículo de
García Márquez comienza con una reseña histórica de las primeras reuniones,
entre un grupo de militares chilenos y tres militares norteamericanos, ocurridas
en Washington en 1969 y que son presentadas como la confirmación, en la propia
voz de los militares chilenos, de la disposición del ejército transandino a
intervenir militarmente la Casa de la Moneda en caso de que Salvador Allende sea
electo presidente de ese país.
El artículo es una síntesis del proceso que se inicia con esa reunión y
que concluye con el golpe de estado y la posterior muerte de Salvador Allende
en septiembre de 1973. En el medio, el desarrollo de la conspiración militar
con el apoyo del empresariado nacional, transnacional y de la Central de
Inteligencia de los Estados Unidos (CIA). García Márquez sugiere subtítulos
como los siguientes: “Doña cacerolina se echa a la calle”, en alusión a las
mujeres de clase media y media alta que salieron a manifestarse en oposición al
gobierno golpeando sus cacerolas; o bien subtítulos del tipo: “El ejército más
sanguinario del mundo”, en referencia directa a las atrocidades cometidas por
los militares chilenos responsables de la conspiración contra el presidente
Allende. Entre el mote de “cacerolinas”, utilizado para caracterizar las
protestas de los sectores medios y altos de la sociedad chilena, y la
calificación de “sanguinarios” para referirse a los militares golpistas, no hay
dudas del posicionamiento editorial de Crisis.
La selección de un tema que retomará en otras ediciones, la jerarquización
dispuesta a partir del desarrollo de la información en las primeras doce
páginas de la revista y la construcción de sentidos a partir de algunas
unidades lingüísticas elegidas para dar tratamiento a la información,
visibilizan aquello que subyace en la estructura del medio de información y que
en ocasiones pasa desapercibido para el lector corriente.
Crisis
en la etapa final de su segunda época
A partir del número 50, correspondiente al mes de enero de 1987, Crisis se vuelca decididamente hacia la agenda política. Los temas relacionados a la información cultural son desplazados cada vez más hacia el interior de la publicación y ganan espacio los dossiers de la agenda política. A la vez, este corrimiento genera renuncias en el staff: a principios de 1987 (Crisis: 51) se retiran Jorge Boccanera y Carlos M. Dominguez por diferencias con la linea editorial, que hacen explícitas. Se trata de las primeras renuncias ante el posicionamiento editorial frente al gobierno de Alfonsín que, en diciembre de 1986, había logrado la sanción de la ley de Punto Final. En el número 50, el inmediato posterior a la sanción de la ley, escriben Hebe de Bonafini, Rodolfo Mattarollo, Osvaldo Bayer y Vicente Zito Lema. Este tema de la agenda política aparece en la página 56 pero no por eso deja de desplazar como tema central a otros de ese número: la jerarquización, en este caso, la encontramos marcada por la firma del director (Vicente Zito Lema) en este mini dossier. Si nos guiamos por la tapa encontramos informes sobre el conflicto vasco; otros sobre la situación en Haití y un texto inédito de Haroldo Conti. Es evidente que la sanción de la ley de Punto Final modificó esa rutina de producción.
La presencia de la firma de Vicente Zito Lema, el director periodístico de la publicación, sólo adquiere jerarquía en la firma de la primera página, en la que generalmente ocupa su rol dando un pantallazo de las modificaciones presentes en cada uno de los números. Pero a la vez, participa de los dossiers en igualdad de condiciones con respecto al resto de los periodistas. En el número 50, en el dossier sobre la ley de Punto Final, su nota no es la que encabeza la publicación; en orden es la segunda después de la firma de Osvaldo Bayer.
La firma del director no siempre implica un nivel superior en la jerarquización temática.
En
la prensa semanal inspirada en el modelo Time o Newsweek, la opinión del
periódico generalmente no se articula como editorial, sino que se sugiere
mediante la organización estratégica de las áreas del temario: relatos,
entrevistas, informes, ensayos. La carta del director no hace las veces del
editorial; es más relato referido a la producción de la actualidad ofertada y a
los temas que en ella destacan que comentario sobre la información de
portada o sobre cualquier otro tema político de alto rango (Borrat, 1989, pg.
139)
Pero es en el número 53 (abril de
1987), en la editorial, que Zito Lema asume la tarea de informar que se trataba
del último número de esta segunda etapa: atribuye a la familia de Federico
Vogelius la decisión de discontinuar la edición.
Con cierto pesimismo, Zito Lema
describe:
Se viven tiempo difíciles: el abandono por
el gobierno de postulados éticos contribuye a la desesperanza; la crisis moral
y política que corroe desde hace años a nuestra sociedad civil no ha cesado;
estamos aprendiendo con dolor que la democracia es lo mejor que nos pudo
ocurrir pero que ella no es de por sí un remedio mágico (Crisis Nº 53, 1987, pg
2)
En la misma nota, el director de
Crisis reconoce las diferencias internas al interior de la publicación: “En
este resumido contexto y al costo de agravios por un lado y la defección de
parte del equipo original de Crisis, decidimos acentuar el perfil de una línea
editorial que considerábamos necesaria” (Crisis: 53, 1987, pg. 2)
Zito Lema implícitamente reconoce
que lo que funcionó como un parteaguas fue el dossier sobre la visita del Papa
Juan Pablo II a la Argentina (Crisis:52), programada para los primeros días de
abril de 1987.
Nuestra posición es de crítica al Papa, no
para ofender a los que sostiene una visión cristiana del mundo, sino por
entender que Wojtila, como la mayor parte de la jerarquía eclesiástica
argentina, responde mejor a las prácticas y al espíritu de la Inquisición que a
la vigencia del reino de los humildes en esta tierra, por el que fue
sacrificado Jesucristo (Crisis Nº 53, 1987, pg. 2)
La ruptura definitiva quedó manifestada
en la página 83, en una dura carta que envía Washington Uranga, columnista en
el número 52 en el dossier sobre la visita de Juan Pablo II, cuestionando las
ilustraciones que acompañaban su trabajo; ilustraciones salidas de la mano del
artista plástico León Ferrari.
Vicente Zito Lema contesta a
Uranga, respetando su derecho a sentirse ofendido pero rechazando las amenazas
que cree ver en la misiva del periodista especialista en temas de la Iglesia.
Más allá de lo anecdótico, lo que
desnudan las discusiones en torno a la línea editorial, es la crisis de ciertos
sectores intelectuales progresistas frente al gobierno de Alfonsín.
El fenómeno de la revista Crisis, en su intento de volver tras la
apertura democrática, no es aislado. Otro ejemplo de similares características
es el diario La Voz, integrada por la
organización política Montoneros -de activa participación en las luchas
sociales de los años ´70- en alianza con el senador nacional Vicente Saadi; y
que pretendía ser una experiencia similar a la del desaparecido diario Noticias.
Tal vez ambos proyectos editoriales
cometen el error de dejar de lado cierto profesionalismo que se empezaba a
adoptar en el ámbito de las redacciones periodísticas, sin escribir de manera tan extensa y con una dosis
mayor de periodismo que cumpla la tarea de informar y que resultara atractivo
para los lectores. Paradójicamente este fenómeno se estaba conformando en
paralelo al declive de la Revista Crisis:
tengamos en cuenta que la izquierda progresista en la Argentina, recién logra
acertar en sus criterios editoriales cuando es lanzado al mercado de medios,
bajo un formato más acorde a los nuevos tiempos, el periódico Página 12. Fue en mayo de 1987, un mes
después del fin de la segunda etapa de Crisis.
Crisis: pasado y
presente a modo de conclusión
Luego del fin de la segunda etapa, Crisis
tuvo una tercera versión: fue a partir del mes de octubre de 1987, momento
en el cual la marca Crisis es
comprada a los herederos de Federico Vogelius por el abogado y sociólogo José
Luis Díaz Colodero, quien designa como director editorial a Eduardo Jozami y
como director periodístico a Carlos María Domínguez. Esta nueva versión
intentará emular a la primera etapa de Crisis
en contenido, diseño, estética y ejes temáticos: política, cultura y sociedad en
perspectiva crítica y desde los sectores progresistas de la sociedad.
Figura 8. Portada de Crisis Nº 54,
octubre de 1987 (Fuente: Archivo Histórico de Revistas Argentinas).
Figura 9. Portada de Crisis Nº 60,
mayo de 1988 (Fuente: Archivo Histórico de Revistas Argentinas).
La misma concluirá en junio de 1990 para dar paso a su versión actual,
la que fue iniciada en el año 2010 sin ningún tipo de vinculación con el pasado,
desde el punto de vista profesional, de gestión y administrativo, aunque sus
nuevos editores relanzaron la revista con la intención de preservar la
orientación temática, con una estética minimalista y más sobria, pero con una
fuerte densidad en sus contenidos. Y un agregado fundamental del cual no
gozaron los fundadores de la etapa más primitiva: la posibilidad de acceder de
manera digital a su versión en internet, para ampliar y facilitar la
posibilidad de acceso a su lectura.
Figura 10. Revista Crisis
Nº 24, 25 y 26, Marzo, Junio, Agosto de 2016 (Fuente: Diario Infobae).
Crisis expresa uno de los momentos más prolíficos y
significativos en la historia de los medios gráficos y el periodismo en la
Argentina, por la sencilla razón de que logró reunir en sus páginas a los
escritores y periodistas más destacados en cada uno de los momentos que le tocó
sortear; pero fundamentalmente por la sutileza y complejidad de su propuesta
narrativa, por su compromiso en intervenir en la interpretación y el análisis
de los problemas políticos, sociales y culturales; y porque cuando el
periodismo en la argentina comenzó a virar hacia formas más mercantiles y
fetichizadas en la producción de información, Crisis se resistió a esos cambios y continuó proponiendo formas de
reflexionar sobre el mundo y la sociedad por afuera de las formalidades del
sistema; lo que implicó profundizar el proceso de selección y jerarquización de
la información de cara a la construcción de una agenda informativa en
perspectiva latinoamericana, crítica del capitalismo, propulsora del arte y la
literatura regional y atenta a los problemas sociales del campo popular.
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[1]Haroldo Conti fue secuestrado el 5 de mayo de 1976 en Buenos Aires; Francisco Paco Urondo el 17 de junio de 1976 en la provincia de Mendoza; Rodolfo Walsh el 25 de marzo de 1977 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En los tres casos intervinieron hombres del ejército o la armada, con apoyo de los efectivos de la policía federal o provincial. Los tres permanecen desaparecidos.
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